En el que hacer político de la mayoría de países de habla hispana (incluyendo La República Dominicana) la política de odio no tiene futuro, aunque sí tiene mucho presente. Este tipo de política puede ganar elecciones, pero destroza los bienes públicos para convertir el interés general en un campo de minas intransitables desde las trincheras propias.
Cuando implementamos una política de odio, la sociedad, nuestro espacio político y el espacio institucional quedan secuestrados por la rivalidad Cainita, el adanismo arrogante, y la lógica destructiva del adversario reducido a un enemigo irreconciliable.
Alimentar y construir la victoria política sobre la base de la destrucción de tu rival y adversario es un error que más temprano que tarde pasarán facturas y no sólo al grupo ó partido que lo aplica, si no a todos los miembros de la sociedad aún no tengan participación directa en el sistema político, más que el de sufragar en las elecciones. Es por eso que tenemos que reconocer los pueblos que vivimos en libertad lo siguiente: «CON ENEMIGOS NO HAY DEMOCRACIA, CON ADVERSARIOS Sí“, estes en el poder ó en la oposición.