El día de la infamia americana
Es difícil apagar un fuego que se ha ido alimentando sin cesar durante cuatro años. Y cualquier chispa puede prender la mecha de una bomba a la espera de estallar. «Donald Trump es el culpable del asalto al Capitolio y debe ser destituido. Es un peligro. El vicepresidente Mike Pence deberia reunir de urgencia al Gabinete e invocar la vigesimoquinta enmienda para gobernar hasta la investidura de Joe Biden», concluye hoy en un editorial contundente el diario The Washington Post.
Miles de seguidores del aún presidente de Estados Unidos, sin embargo, se concentraron ayer frente a uno de los principales símbolos de la democracia de la superpotencia americana convencidos de que debían impedir la confirmación de Biden para preservar un sistema que consideran corrompido por el Partido Demócrata. «Los comunistas nos han robado las elecciones. Eso es algo que no podemos permitir en la primera potencia mundial. Nos manifestaremos hasta que aparezcan los votos que han escondido por todas partes», comentaba exaltado en la cadena Fox News uno de los miles de republicanos que se habían dado cita frente al icónico edificio marmóreo de Washington. Nadie podía prever todavía que la situación iba a degenerar en un asalto al Capitolio que muchos han equiparado con un fallido intento de golpe de Estado.
La jornada comenzó con tensión, pero sin violencia, sobre el césped del perímetro exterior del edificio que alberga las reuniones de los órganos del Legislativo. Los manifestantes corearon el tradicional ‘devolvamos la grandeza a América’ y ondearon todo tipo de banderas, entre las que destacó, como no podía ser de otra forma, la confederada que representa a los grupos supremacistas más radicales. Fue entonces cuando Trump prendió la llama en Twitter. «Nunca dejaremos de luchar. Nunca concederemos la victoria. No va a suceder. No mientras haya un robo de por medio», escribió desde la comodidad de la Casa Blanca a pesar de que había prometido dejarse ver en la protesta. «Hagamos del combate nuestro juicio», arengó su abogado de cabecera, Rudy Giuliani.
Acto seguido, unos minutos antes de la una de la tarde, una turba enfervorizada cargó contra las barricadas de la zona occidental del complejo y accedió al perímetro interior. La escasa presencia policial y la falta de medios de los agentes facilitaron que la marea de manifestantes, en su mayoría hombres blancos sin mascarilla, saltase las vallas interiores sin apenas resistencia. Pero, a pesar de que se encaramaron a un andamio y rompieron varias ventanas de su fachada más característica, no pudieron acceder al Capitolio por la puerta principal y se vieron forzados a rodear el edificio y entrar en tropel por una situada en la fachada este.
Totalmente sobrepasadas, a las dos de la tarde las Autoridades ordenaron sellar la cámara del Senado, donde se refugiaron funcionarios y periodistas. En el interior, la Policía hizo algo impensable: desenfundó sus armas reglamentarias y disparó contra la primera de las cuatro víctimas mortales, una mujer que falleció en el hospital. «Los manifestantes se enfrentaron a agentes de paisano. Uno de ellos se vio forzado a disparar su arma y alcanzó a una mujer adulta», ha explicado el Jefe de la Policía Metropolitana de Washington, Robert Contee. «Una mujer joven había accedido a la Cámara a través de la ventana. La Policía y el Servicio Secreto estaba gritando que nos fuésemos, que desistiéramos, pero ella no hizo caso y, mientras estábamos tratando de sacar a la gente de allí, le dispararon en el cuello», ha contado a la cadena WUSA-9 un testigo al que menciona el Washington Post.
Pero ni siquiera los disparos disuadieron a los seguidores de Trump, que camparon a sus anchas por las diferentes estancias y se retrataron en imágenes que pasarán a los anales de la historia como ejemplo de un episodio vergonzoso: un hombre con un casco de vikingo, la cara pintada con los colores de la bandera estadounidense emulando a ‘Braveheart’, y el torso desnudo lució músculo en la presidencia del Senado; otro se retrató con los pies sobre la mesa de Nancy Pelosi antes de dejarle un papel con el mensaje ‘no nos rendiremos’ escrito a mano; y un tercero posó sonriente mientras se llevaba uno de los atriles de la Cámara.
Algunas escenas podrían haber encajado en festividades de carnaval, y no todos los policías trataron de evitarlas. Vídeos que circulan como la pólvora en las redes sociales de grupos antifascistas muestran a varios agentes haciéndose ‘selfis’ con los asaltantes. Pero esos autorretratos no les van a salir gratis. «Vamos a estar alerta. Creo que algunos tendrán que pagar por esta carnicería», afirmó por la noche la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, que reclamó cooperación ciudadana para identificar a los vándalos.
«He visto mucha violencia cubriendo homicidios en Baltimore, pero esto ha sido completamente impredecible. La Policía no sabía qué estaba sucediendo y no había coordinación.
Sellaron las puertas de la Cámara pero, a la vez, nos dijeron que teníamos que evacuarla. La verdad es que he pasado miedo. Cundió la sensación de que la Policía había perdido el control y de que cualquier cosa era posible», relata Jamie Stiehm en una crónica publicada por la BBC. «Llamé a mi familia para avisar de que estaba dentro y de que la situación era peligrosa. Tuvimos que salir a gatas y no estábamos preparados para ello. Muchas mujeres iban vestidas de forma elegante y con tacones porque se suponía que iban a asistir a una ceremonia formal. Al final, encontramos refugio en la cafetería. Todavía estoy temblando», añade.