Por Roberto Veras.-


De ninguna manera soy anticristiano, de hecho, sé que Jesús vivió y que su vida nos dio un poderoso ejemplo de cómo vivir con amor y compasión, y sus enseñanzas nos han proporcionado dos mil años de valor civilizador que todavía necesitamos hoy.
La religión organizada es una fuerza poderosa para el bien y ofrece a miles de millones un sentimiento de pertenencia; pero eso no elimina el peligro extremo que también encarnan sus sistemas de creencias.

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Según los ministros religiosos cualquier cosa puede ser justificada siempre que ‘Dios esté de tu lado’ o la Biblia lo diga, según las guerras santas, cruzadas e inquisiciones.


Probablemente ha habido más guerras, muertes, ejecuciones, asesinatos, torturas, crímenes y sufrimiento en general, perpetrados en nombre de la religión (Dios y asociados) durante la historia que por cualquier otra causa específica.


Sin embargo los ateos nunca han matado en defensa del ateísmo, pero los fundamentalistas religiosos ciertamente han matado en el nombre de Dios. Eso lo resume todo. Un sistema de creencias religiosas contiene la semilla de la violencia.


Las Cruzadas, la Inquisición, la sangrienta conquista española del nuevo mundo en nombre de la Iglesia son historia, pero la Iglesia católica todavía encuentra necesario incluso ahora atacar amenazas tan sencilla como novelas y películas que proponen teorías contrarias a su sistema de creencias.


Los hombres (y mujeres) primitivos, antiguos, de cuevas, llámelos como quieran, tenían poca comprensión de cómo funcionaba el mundo natural, su entorno, incluidos aquellos eventos que impactaban más directamente en su existencia cotidiana.


No tenían conocimientos sofisticados de física y química, geología, oceanografía, meteorología y astronomía. Pero era obvio para ellos que algo tenía que ser responsable de la creación del mundo; tal vez incluso más obvio que el agente responsable probablemente era alguien, tal vez en plural.


Dado que no tenían ese tipo de nivel de poder o control, ese alguien tenía que ser un ALGUIEN GRANDE, pero al mismo tiempo un ALGUIEN GRANDE que permanecía fuera de la vista.

Dado que el hombre antiguo no tenía forma de explicar las cosas de forma natural, pero la existencia de ALGUIEN GRANDE sí explicaba las cosas, así se creó o nació un ser sobrenatural.


Pero dado que el GRAN ALGUIEN no era visible, no estaba en su cara y en persona, la conversación tenía que ser

unidireccional, ¡llámelo oración! No pasa mucho tiempo para que se establezcan patrones y rituales, y la persona de oración más exitosa se convierte en un líder, un miembro respetado de la tribu, en otras palabras, un sacerdote. Nace una religión, por lo tanto la religión es un negocio al alcance de todos.-

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luis alberto

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