Por Bolívar Balcacer
Durante mucho tiempo, dediqué mi tiempo informativo a figuras como Adriano Espaillat y los líderes comunitarios dominicanos de Nueva York, creyendo en su potencial para generar cambios positivos. Sin embargo, la realidad me ha mostrado otra cara. Espaillat, quien una vez brilló con promesas de transformación, ha perdido el encanto político, diluyéndose en la corriente de lo común y mundano. Ya no es el líder inspirador que solía ser.
En cuanto a los líderes comunitarios, su existencia es casi un mito. Aquellos que no han desaparecido se han mercantilizado, vendiendo una seriedad inexplicable que solo disfraza sus intereses personales. Los periodistas, que deberían ser los guardianes de la verdad, han caído en la trampa de la falta de ética, convirtiéndose en meros instrumentos de intereses ajenos.
Tres reuniones puntuales me hicieron ver que seguir invirtiendo mi tiempo en estas figuras era inútil. El último intento de ayuda fue un fiasco total: un individuo perdido sin dirección ni brújula.
En pocas palabras, toda esta experiencia me ha mostrado que muchos de estos actores son simplemente basura para reciclar, dejando claro que mi enfoque debe cambiar hacia causas y personas verdaderamente comprometidas con el cambio real y esas no están en la diáspora llena de mucha espuma y poco chocolate.
Hasta nuestro próximo comentario